lunes, 17 de febrero de 2014

Pizza

A lo largo de nuestra vida adquirimos una serie de innecesarios conocimientos.
Tales como fechas y nombres que, con suerte, tan sólo podrán ser útiles cuando juguemos al Trivial.
Sin embargo, hay cosas que tendríamos que aprender y nunca lo hacemos.
Como superar una ruptura, pasar de lo que el resto de la gente pueda opinar de tí, ser la hija perfecta...
¿Por qué coño eso no nos lo enseñaron en la escuela?
Después te vienen los problemas de sopetón.
Claro, pero no te pillará jamás por sorpresa una ecuación de segundo grado.
Es difícil vivir cuando nadie te guía.
Y es difícil guiar si es que no se ha vivido y errado una y otra vez.
Mierda.
Sí que es complicado no encontrar obstáculos.
Porque aunque nuestra vida sea 'perfecta' habrán tonterías que nos afectarán más de lo que deberían; y más aún cuando las hormonas no se están quietas ni un jodido instante.

Comenzamos a cuestionarnos qué es lo correcto, lo justo, lo que deberíamos hacer, lo que quieren que hagamos... hasta que llegamos a la cúspide del '¿Y yo? ¿Qué quiero?'.

La primera respuesta que se nos podría venir a la mente es: No tener la obligación de estudiar ni trabajar, tener pasta, sexo, amigos y pizza.
Poco después pensaríamos: 'No, soy ya madura, responsable... debería querer acabar mis estudios con los mejores resultados'.
Pero claro, acabar los estudios con buenos resultados es: Quiero dejar de estudiar ya, trabajar en algo molón (conseguir trabajo... ja-ja), tener pasta, sexo, amigos y pizza, siempre que sea todo legal.

Entonces, ¿Qué es lo que debería querer? ¿Lo que verdaderamente quiero es posible? ¿Está bien que desee eso? ¿Es normal?

Todo esto me lleva a pensar que por más que maduremos, siempre querremos pizza.


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